Timoteo
Timor miró el sobre que le acababa de entregar su secretaria:
- Pepita,
dice Vd. que lo ha encontrado clavado en la puerta, ¿verdad?
- Sí
señor, clavado con una chincheta de color rojo por más señas.
- ¿Y en
el buzón que está en el portal no había nada?
- Nada
de nada, bueno sí, había un panfleto de propaganda.
- Se
puede saber qué anunciaba (Aquello parecía un interrogatorio en un juicio)
- Pues
sí, se puede saber…
- Pues
dígamelo sin más dilación, señorita.
- Anunciaba
ataúdes y recipientes para guardar cenizas, era el anuncio de una funeraria.
El
abogado hizo un gesto de extrañeza y se dispuso a abrir el sobre. Sacó el papel
que había dentro y leyó… La sangre huyó de su semblante que se volvió cerúleo, su
corazón comenzó a palpitar como si se tratase del galope de un caballo de
carreras, sus ojos se dilataron tanto que parecían querer salirse de sus
cuencas, en definitiva, se le puso una cara de besugo de mucho cuidado… Intentó
tragar saliva pero su boca estaba seca como un desierto y sólo consiguió
atragantarse. A continuación entró en un mutismo que le duró más de dos horas.
En ese lapso de tiempo observó cómo su secretaria recogía lo que tenía encima
de la mesa y se marchaba sin decir ni pío. Se levantó para ir al baño. Un sudor
frío bañaba su cara y cuando se miró en el espejo se asustó de su propio
aspecto. Se lavó la cara y las manos y se mojó el cabello como si quisiera
refrescarse las ideas.
Volvió
al despacho, cogió la funda sobaquera que reposaba en el perchero, se la ajustó
y colocó en ella la pistola que guardaba en un cajón de la mesa después de
comprobar que estaba cargada. Tomó de nuevo el sobre en sus manos y releyó el
mensaje que contenía: “En el buzón tienes la propaganda”. Comprobó que el
teléfono tenía línea, observó a través de la mirilla y apagó las luces para
después situarse junto a la ventana. Un ruido a su espalda le hizo volverse
como si tuviera un resorte y echar mano a su pistola…
Las
luces se encendieron de pronto, el ratón corrió a esconderse en su agujero y la
araña comenzó a darse un festín a cuenta de la mosca, Pepita, con una tarta en
las manos y rodeada de sus mejores amigos comenzaron a entonar el “Cumpleaños
feliz” y él con un gesto indescriptible en la cara, mitad de espanto y mitad de
felicidad, soltó la pistola encima de la mesa…