domingo, 31 de enero de 2016

Estaba escrito



Fue cosa de mala suerte,… de malísima suerte. Si no hubieran coincidido una serie de circunstancias, no estaríamos hablando ahora del asunto.
Cuando salía del ascensor se dio de manos en boca con el pesado del vecino del quinto tres que le estuvo dando la vara durante un buen rato con lo bonitas que tenía sus macetas.
Mientras revisaba el buzón por si tenía correspondencia, le atracó (es un decir) su vecina de al lado para darle las quejas sobre el del quinto tres que regaba las macetas fuera del horario autorizado y el otro día le arruinó el peinado, que le había costado un pico en la peluquería, cuando se asomó a la terraza para ver quién acompañaba a la del tercero que estaba recién divorciada.
El colmo fue cuando el portero salió de su cubil para pedirle que le subieran el sueldo y amenazando con no sacar la basura en caso contrario.
Estaba ya hasta el gorro de ser presidente de la comunidad, menos mal que sólo faltaba una semana para la asamblea de vecinos donde pasaría los trastos al siguiente de la lista y descansaría por un tiempo, exactamente catorce años…
En estas disquisiciones andaba cuando salió a la calle…
En el mismo instante, al vecino del quinto tres se le escurrió de las manos una de sus preciosas macetas de gitanillas…

sábado, 30 de enero de 2016

Inesperado



La verdad es que no me lo esperaba… y mucho menos de una persona tan poco proclive a demostrar sus sentimientos. Estoy francamente sorprendido y, sobre todo, sorprendido gratamente. En estos tiempos en que la escala de valores cambia como si de un camaleón se tratara nunca pude imaginarme que esto sucedería… y nada menos que a mí… bueno, a ti y a mí para ser más exactos.
Se me quedó una sonrisa de oreja a oreja cuando esta mañana me deseaste buenos días en el ascensor.

viernes, 29 de enero de 2016

Confesión



Ave María, padre.
Sin pecado concebida, hijo. Dime ¿de qué te quieres confesar?
Pues de que estoy loco por mi vecina y está casada.
Pero si andas con ella sería pecado de adulterio.
¿Y si sólo es una vez?
Ni una ni media, de todas formas sería adulterio.
De acuerdo, padre, está decidido: no le tocaré ni un pelo
Eso está muy bien, hijo, pero has de tener en cuenta que la tentación puede volver y, a veces, es mucho más fuerte cuando esto sucede…
No hay problema, padre, lo tengo todo controlado.
Ya me dejas más tranquilo, ¿pero cómo harás para ahuyentar a los demonios de la carne?
Pues nada, se depila el cuerpo entero y se rapa la cabeza.

jueves, 28 de enero de 2016

Recuerdos: Salar (y 3)



En la casa también vivía mi tío Ángel que era el menor de los hermanos, tenía unos seis o siete años más que yo y, quizás por eso, procuraba darme esquinazo cuando iba con sus amigos, seguramente no quería “niños” que pudieran chivarse de sus correrías porque de trabajar nada de nada.
Como el presupuesto que mi padre me daba para el viaje era bastante exiguo, tenía que buscarme alguna cosilla para disponer de más dinero y así ayudaba a los primos de mi tía Luisa que vivían enfrente a descargar lo que traían del campo e incluso me iba con ellos a la era para darle cuerda a las bestias pisando la paja de la parva. Con lo que me reportaban esas actividades y algo que me daban mis tíos tenía suficiente para pasarlo bien durante mi estancia que era de unos veinte días aproximadamente.
Las fiestas se desarrollaban en la plaza y allí estaba la caseta de baile y algunas atracciones de feria para los chiquillos.
Recuerdo que la hija del electricista estaba coladita por mí pero a mí no me gustaba ella y una vez en el cine se colocó a mi lado y me tuvo haciendo manitas toda la película, después, en el baile, me estuvo mirando todo el rato pero yo estaba ligando con unas chavalas de Granada que habían venido invitadas a la casa de Jesús y con las que no me comí ni una rosca. Cuando quise echarle cuentas a mi enamorada ya era tarde y se había buscado pareja, ¡mala suerte!
Poco a poco fui distanciando mis estancias en Salar hasta que, definitivamente, abandoné esta costumbre y todo quedó guardado en el baúl de los recuerdos hasta que hoy decidí pasarlos al papel y darles vida de nuevo en mi presente.
A finales de Julio o principios de Agosto, mi tío Julio me acompañaba a Loja para que cogiera el coche de línea que me llevaría a Priego donde me esperaba mi padre para irnos juntos a Playa Bella (Estepona) y pasar allí el resto del verano junto a mi madre y mis hermanos.

miércoles, 27 de enero de 2016

Recuerdos: Salar (2)



Yo viajaba desde Córdoba en el coche de línea de Alsina Graells que me dejaba en el cruce de la Venta del Pulgar, a unos tres kilómetros del pueblo, y, desde allí, iba andando con mi maleta a más de cuarenta grados de temperatura hasta que algún conductor se apiadaba de mí y paraba para que me subiese a su vehículo y acercarme hasta la casa de mi tía María.
Mi tío Julio, que era un manitas, había construido un cuarto de baño con ducha en la planta de arriba y, cuando llegaba empapado de sudor, me daba un refrescón que me sabía a gloria.
La cocina y, sobre todo, las magdalenas que hacía mi tía Luisa eran el complemento ideal en mis estancias veraniegas pero la parte principal del asunto eran los bailes y los ligues amén de las juergas que me corría con los amigotes.
La casa tenía dos plantas y doblado. En la planta baja tenían una tienda de esas en las que se vende de todo, desde cartuchos para escopetas de caza hasta pescado congelado. En la trastienda tenía mi tío Julio su pequeño taller donde recargaba cartuchos, ponía marcos a los cuadros o fabricaba jaulas para perdigones. Yo me pasaba las mañanas en la tienda observando las labores manuales de mi tío y digo observando porque era tan poco hablador que costaba la misma vida arrancarle alguna explicación sobre su trabajo, no obstante, y según mi tía Luisa, era conmigo con la única persona de la familia con la que mantenía aquellos simulacros de conversaciones.

martes, 26 de enero de 2016

Recuerdos: Salar (1)



Ya he contado en mi autobiografía “Con ojos de niño” que Salar es un pueblecito de la provincia de Granada donde mi abuela Isabel (la madre de mi padre) pasó sus años de juventud y donde vivía su hermana María. Allí pasé muchas temporadas en Semana Santa y Navidad cuando era pequeño.
Según fui creciendo y haciéndome mayorcito cambié las visitas de la Semana Santa por las del verano procurando que coincidieran con las Fiestas de Santa Ana porque había baile en la plaza y me permitían trasnochar hasta las tantas.
Me juntaba con Emilio y Noni que eran sobrinos de mi tía Luisa por parte de su padre, con Rafalito “Chominico” y con Jesús el hijo del alcalde con lo que la autoridad estaba de nuestra parte. Fueron tiempos de tonteo con las chicas y de las primeras borracheras y partidas de cartas en la Sociedad de Cazadores que era el único bar aceptable de la localidad.
Con mi tío Julio me iba en su moto a la feria de Loja y una noche se pasó de bebida y estaba tan borracho que decidí llevar yo la moto y montarlo de paquete, pero, como iba de aquella manera, tuve que amarrarlo a mí uniendo su cinturón y el mío. Suerte tuvimos de llegar a Salar sanos y salvos porque yo no tenía carnet aunque sí sabía manejar la moto porque me había enseñado mi padre.
En 1965 mi hermano Luis se puso muy enfermo con una nefritis aguda y el médico aconsejó a mis padres que reposase durante un año y que tomase baños de sol en la playa así que mi padre buscó un apartamento en Estepona y, desde esa fecha, los veraneos fueron a la orilla del mar pero mi afición por las fiestas de Santa Ana me hizo que cada verano convenciese a mis padres para pasarlas en Salar.


lunes, 25 de enero de 2016

Recuerdos: La “Gilda”



Cabello castaño y ondulado, una cara preciosa y un cuerpo despampanante donde las curvas mareaban con sólo mirarla y las vecinas del bloque la llamaban despectivamente “la Gilda”.
Vestía siempre con ropa muy ceñida, casi siempre en verde esmeralda o en rojo vivo. Todos los chavales del barrio soñábamos con ella y cuando pasaba no podíamos disimular la “sensación” que nos producía.
Un día desapareció de la misma manera que vino: de golpe y porrazo.
Nunca supe cual era su nombre pero hoy mientras navegaba por Internet encontré una reseña de las películas de Rita Hayworth y no tuve más remedio que acordarme de “la Gilda”.

domingo, 24 de enero de 2016

Dechado de perfecciones



Era el doble de inteligente, era el doble de amable, era el doble de simpático, era el doble de servicial, era el doble de encantador, era el doble de bueno, el doble de agradable, el doble de sincero, el doble de desprendido, el doble de guasón, el doble de dicharachero, el doble de animado, el doble de colaborador, el doble de besucón, el doble de divertido, el doble de tierno,…
En definitiva era “el doble”.

sábado, 23 de enero de 2016

Sólo fue una mirada



El suave viento que hebraba tus cabellos
pasaba entre las ramas de los árboles
componiendo una sinfonía susurrada.
Tus ojos se encontraron con los míos
y ya no pude huir de tu mirada
pues fuiste tú mi luz y mi tormento,
mi amor y mi pasión desesperada.
Y es que de tu contemplación anonadado
ya no sé dónde estoy y entre tinieblas
solitario vago.

viernes, 22 de enero de 2016

Recuerdos: La medalla



Cuando estaba en el colegio de los Maristas había una fiesta anual en la que se proyectaba una película, cantaba la Escolanía y se entregaban los premios a los mejores alumnos de cada clase. El evento tenía lugar en el Cine (hoy Teatro) Góngora.
Cada año se otorgaban medallas de “Oro, Plata y Bronce” a los alumnos más destacados en el estudio, y medallas de “Asistencia y Puntualidad” a aquellos que no faltaban más de cinco días a clase y no llegaban con retraso. Todos subían al escenario y recibían su galardón de manos del director o de otras personalidades allí presentes. Como mi afición por el estudio no era en absoluto sobresaliente, me afanaba en obtener la medalla de la asistencia y puntualidad. Un año conseguí la dichosa medallita pero (siempre hay algún pero) el día de la entrega amanecí con cuarenta de fiebre y me quedé sin subir al escenario. Me la dieron sin ningún tipo de boato cuando volví a clase y es que falté el día menos adecuado.

jueves, 21 de enero de 2016

Recuerdos: Los pinchitos del Bar “La Pañoleta”



Con dieciocho o veinte años salía con los amigos los sábados por la tarde-noche. Después de dar veinte vueltas al Tontódromo, nos separábamos y cada uno tomaba el camino de su casa. Pedro Luis y yo, como vivíamos muy cerca el uno del otro volvíamos a casa juntos.
Con esa edad y después de la caminata que llevábamos a las espaldas, el hambre era canina y el único bar que estaba abierto a eso de las doce de la noche en las cercanías era “La Pañoleta”.
Llegábamos pues con más hambre que Carpanta y pedíamos unas cañas y unos pinchitos con pique. Los susodichos picaban a más no poder pero como éramos así de “listos”, pedíamos otras cervecitas y otros pinchitos pero “con más pique”. Los segundos ya eran una agresión contra la lengua y el estómago más resistentes, de tal manera que nos marchábamos para nuestras casas con la boca ardiendo en busca de algo que nos refrescara… pero a la semana siguiente volvíamos otra vez a la carga: cosa de jóvenes gilipollas (con perdón).

miércoles, 20 de enero de 2016

Recuerdos: Mis primeros escarceos con los cigarrillos



Tenía aproximadamente doce años cuando me picó la curiosidad por el hecho de fumar.
En aquel entonces yo iba al colegio junto con otros chavales del barrio y un día uno de ellos sacó un cigarrillo y comenzó a fumar. Inmediatamente todos le envidiamos pues veíamos en él lo que más de una vez habíamos deseado hacer pero no nos atrevimos.
Nos contó que no era tabaco sino matalauva lo que fumaba y aseguraba que no era malo para la salud. Después de mucho porfiar con él, nos confesó que los compraba en un puesto de chucherías que había en la calle Capitán Cortés (hoy Alcalde de la Cruz Ceballos) del barrio de la Ciudad Jardín de Córdoba.
Allí fui a comprar mis primeros cigarrillos que, como no olían a tabaco, en casa nunca sospecharon que fumaba. Con el tiempo fui perdiendo las precauciones y comencé a fumar tabaco. La marca era Peninsulares y era fuerte como él sólo.
En casa me escondía en el baño y luego abría la ventana y agitaba la toalla para expulsar el humo y el olor (qué ingenuo). Mi padre, como era fumador, prefirió hacerse el sueco y no me dijo nada pensando que sería mejor no prohibírmelo para ver si así lo dejaba, eso sí, me acortó la paga semanal de forma que sólo me fumaba un “Chester” los domingos después del cine.
Mi sorpresa fue que, cuando me presenté con la reválida de cuarto de bachiller aprobada, me dio un paquete de Ganador emboquillado y me dijo: “Toma y deja ya de apestar el baño con ese tabaco que fumas”

domingo, 17 de enero de 2016

Entomología



Primero fue el olor a naftalina, o quizás no, para el caso daba lo mismo y no era momento de discutir porque se encontraba inmovilizada totalmente.
Sintió un pinchazo en la espalda muy cerca de la cabeza y, mientras algo desconocido le iba atravesando el cuerpo, notó cómo un olor penetrante la iba sumiendo poco a poco en un sopor que no le dejaba ni gritar ni defenderse…
¿Has visto la nueva mariposa que acabo de añadir a la colección?
Sí, la verdad que es preciosa. Parece enteramente que estuviese viva.

sábado, 16 de enero de 2016

Recuerdos borrosos



Es la huella de tu ropa interior
a los pies de mi cama
un imán invisible y poderoso a la vez.
No recuerdo muy bien cuando fue que te fuiste
pues tampoco recuerdo a que hora llegaste.
Sólo sé que estuvimos
en mi lecho jugando
a esos juegos de amor
que te gustaban tanto.
Tu perfume quedó como mudo testigo
que me hace sentir que hemos hecho el amor
y en un tiempo será una fatua ilusión
y, tal vez, el destino
nos acerque otra vez para nunca decirnos
adiós.

jueves, 14 de enero de 2016

Recuerdos: Mi primer campamento de verano



Dado el “éxito” de mi primer encuentro con el mar, mi padre decidió que en Agosto debía asistir a un campamento juvenil de los que organizaba la OJE para que así, en compañía de otros niños de mi edad, se me quitase el miedo que me había infundido mi encontronazo con las olas en Málaga.
Esto es como aquel dicho de “si no quieres arroz, toma dos tazas”. Pues dicho y hecho, el uno de Agosto a la caída de la tarde estaba yo subido al autobús con un montón de niños que no conocía de nada, con mi mochila, mi manta y una talega llena de provisiones que me había preparado mi madre.
El viaje hasta el Puerto de Santa María no era ni parecido a lo que puede ser hoy. Aquel autobús desvencijado que protestaba cada vez que subía una cuesta (en la de la Carlota estuvo a punto de dejarnos tirados) necesitó Dios y Ayuda para llevarnos al Campamento Gran Capitán en los pinares cercanos a la playa de Valdelagrana.
Nos pusieron una cena que ya estaba fría y de la que no probé bocado porque estaba ahíto del atracón que me había dado con las viandas que me preparó mi madre.
La tienda de campaña (cosa que yo no había visto en mi vida) era para seis chavales. Nos dieron unos colchones llenos de paja y allí me acosté liado con la manta y sin quitarme la ropa.
En medio de la noche vino el apretón correspondiente al empacho que yo tenía y salí a oscuras a buscar los servicios para aliviarme pero, por mucho que busqué en medio de la negrura de la noche, no encontré nada y, cuando me disponía a bajarme los pantalones detrás de unos arbustos, me vino el “acelerón” y aquello no hubo quien lo parase así que mis calzoncillos pagaron caro mi ansia de comer durante el viaje.
Como no sabía qué hacer con ellos y entonces no había bolsas de plástico, los metí en el fondo de la mochila y, cuando el fin de semana siguiente se presentaron mis padres y mi tío Luis con las motos, fuimos a una pensión en Jerez y la pobrecita de mi madre tuvo que sacar aquello en luz lavándo en el lavabo de la habitación.
Como es natural la mochila hubo que tirarla porque el “aroma” no se le quitaba ni a la de tres. Algo bueno saqué: una mochila nueva y cuando terminó el turno de veinte días ya sabía nadar.

miércoles, 13 de enero de 2016

Recuerdos: Mi primera visita a la playa



Fue en el verano de 1960. Mi padre estaba trabajando en Lucena y, antes de la hora de comer, llamó por teléfono a mi madre para que preparase un equipaje ligero e ir a pasar el fin de semana a la playa.
En un visto y no visto estábamos mi madre, mi hermano Luis y yo en la estación cogiendo el tren para ir a Montilla donde nos recogió un amigo de mi padre y nos llevó con su coche a Lucena.
Al parecer era un viaje organizado en autocar para llegar de noche el viernes a Málaga y volver el domingo a Lucena. La emoción era tal que el tiempo se me hizo nada y a eso de las ocho de la tarde-noche estábamos bajando del autocar en la Alameda de Málaga.
Dormimos en una habitación que mi padre había alquilado en una casa particular y a la mañana siguiente estábamos todos subidos en el tranvía que nos llevó a la playa del Chanquete donde, cuando me enfrenté al mar  que estaba un tanto picado, quedé petrificado como si me hubiera dado un aire. No era capaz de articular palabra por mucho que mis padres se empeñasen en que les dijera qué me parecía el mar.
Extendimos las toallas en la arena y allí me senté para digerir poco a poco el impacto que me había producido aquella nueva experiencia.
Tardé al menos una hora en acercarme a la orilla y dejar que las olas mojasen mis pies. Luego la sensación no fue demasiado desagradable y conseguí meterme hasta que el agua me llegase casi por la cintura y entonces vino lo peor: una ola me revolcó y salí del mar escupiendo arena y agua salada como alma que lleva el diablo.
Ya no me volví a acercar al agua ni ese día ni al día siguiente que fuimos en coche de caballos a la playa del Palo y es que el mar y yo nunca hemos sido buenos amigos.

martes, 12 de enero de 2016

Recuerdos: El “Bar Balsera”



Situado en la confluencia de la Avenida de Medina Azahara con la de la República Argentina, era el lugar donde mi padre pasaba dos tardes a la semana jugando al dominó en la “Peña del Once Doble”. El bar no tenía nada de especial pero era el que más cerca quedaba de mi casa hasta que abrieron “el Salero” (luego Bar Paco) en la llamada glorieta del general Moscardó y hoy Plaza de Costa Sol.
Mi recuerdo es difuso pero lo que no puedo olvidar es al dueño: Juan Balsera, con su pelo blanco como la nieve y aquellas manos enormes que, siempre al saludarme, me sacaban algo de las orejas y olían a queso del bueno

domingo, 10 de enero de 2016

Cabalgata



Te digo que los reyes existen.
Te aseguro que yo les vi ayer mismo.
No me mires como si me hubiera vuelto loco que no es así.
Otra cosa es que no cojan el teléfono…
Sofía, te juro que ayer vi a Felipe y a Letizia con las niñas en la cabalgata. Eso sí, iban disfrazados igual que los del Ayuntamiento.

viernes, 8 de enero de 2016

Recuerdos: El “Tontódromo”



Llamábamos “Tontódromo” al circuito que recorríamos cada tarde de viernes o sábado los y las jóvenes en mi Córdoba natal allá por los años sesenta.
Dábamos vueltas y más vueltas a la manzana comprendida entre Gondomar, Tendillas, Cruz Conde, la actual Ronda de los Tejares y Gran Capitán con la intención (cuando no el ferviente deseo) de encontrarnos de cara con la chica que nos gustaba aunque cuando esto sucedía no fuésemos capaces de aguantarle la mirada mientras nos cruzábamos. Alguna que otra vez sí nos sirvió para ligar.
Nadie sabe de quién fue la idea de aplicarle el dichoso apelativo pero lo de “Paseo de los tontos” le venía como anillo al dedo.
Poco a poco se fue perdiendo esta costumbre y el Tontódromo pasó a mejor vida.
Aunque pudiera verse como un entretenimiento un tanto absurdo, la verdad es que lo veo más natural y más adaptado a la edad juvenil que la “Botellona” y, sobre todo, más barato y saludable.

jueves, 7 de enero de 2016

Recuerdos: El traje de la primera comunión



        Hay muchas cosas de mi primera comunión que no he llegado a entender desde el día que sucedió y no me refiero a cuestiones de tipo religioso que también pero no es este el lugar ni el momento de airearlas.
Para empezar hay que contar que yo hice la primera comunión con seis años (los siete los cumplí once días después) y, por supuesto, no tenía ni idea del paso que daba en aquél día.
En aquellos momentos yo estaba en el colegio que las Teresianas tenían en el Paseo de la Victoria de Córdoba y, cosa curiosa e inexplicable, la comunión la hice en la Iglesia de Santa Ana que estaba mucho más lejos del colegio que las de la Trinidad o la de San Nicolás. Supongo que sería para lucirnos vestidos de “marineritos” y cogiditos de la mano por las calles.
Luego me operaron de anginas y comencé a engordar como un globo (antes era bastante canijillo) de tal manera que no hubo forma de meterme en el traje para la procesión del Corpus.
Mi tía Maruja (la hermana menor de mi madre) se casó en septiembre y, como estaba empeñada en que yo le llevara las arras, tuvieron que descoser el traje y cosérmelo puesto. Lo malo fue para quitármelo después con el niño harto de comida y sudando como un pollo. No entraba ni la tijera para descoser las costuras y tuvieron que cortar por lo sano. Mis hermanos heredaron pues un traje de “marinerito” con tres costuras: las dos habituales y la que llevaba por delante que se disimulaba con la corbata del cuello marinero.

miércoles, 6 de enero de 2016

Tal vez algún día…



La noche comenzó a cubrir el paisaje con su negro manto. Pronto la negrura se adueñaría de todo lo que le rodeaba. Los espesos nubarrones que habían presidido aquel día de noviembre impedían que la Luna o las titilantes estrellas alumbraran siquiera tenuemente el panorama.
Hora tras hora, inexorablemente, fue escuchando las campanadas del reloj de la torre que eran como música para alimentar su insomnio.
Poco a poco la luz fue ganado terreno a las tinieblas y, como si se hubiera pasado la página de un libro hacia un nuevo capítulo, amaneció un día radiante y luminoso que le infundió nuevas energías para mantener la ilusión de que ella volvería.
Un día, tal vez algún día, se descubriría la técnica que permitiese la resurrección de los muertos.

martes, 5 de enero de 2016

Enfado lógico



¡Feliz Navidad, Feliz “Entrada de Año”, Feliz Año Nuevo,…! ¡Y de los Reyes Magos qué! ¿Nos tenemos que conformar con darnos por aludidos en el genérico “Felices Fiestas”?... ¡¡Pues no y no y no, a mi no me parece nada bien… !!
Calla, Baltasar, no te cabrees que Melchor es capaz de echarte del equipo por maleducado.
Llevas razón, Gaspar, que por mucho menos han echado a Rafa Benítez y eso que no es negro.