domingo, 17 de noviembre de 2013

Estaba claro



Algunas veces se sorprendía de su rapidez de reflejos mentales pero en otras situaciones, que ya iban siendo mayoría a medida que pasaban los años, su lucidez dejaba bastante que desear aunque, si dedicaba un tiempo suficiente a reflexionar, solía dar con la solución del problema.
Debía de haberlo imaginado. ¡Pero si estaba clarísimo! ¡Cómo no se había dado cuenta antes! De haber caído en la cuenta, se hubiera ahorrado más de una noche sin dormir. Llevaba ya una semana acechando y ahora lo acababa de comprender: La madriguera tenía otra salida.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Los búhos del jardín



        El otro día colocamos en lo alto de una pared de piedra que hay en nuestro jardín tres figuras de búho que me regalaron hace unos años.
          Al mismo tiempo han desaparecido una pareja de tórtolas turcas y otra de mirlos que solían dormir en uno de los árboles del jardín y, aunque las he visto en los alrededores, se guardan mucho de acercarse al lugar donde están los búhos.


         Es curioso porque las figuras no tienen más parecido con los búhos que los ojos y las “orejillas” pero eso ha sido suficiente para que los pájaros hayan cambiado de aires.
         ¿Qué tendríamos que poner para que otros "pajaritos" también se fueran volando de nuestras vidas?


martes, 12 de noviembre de 2013

La cita



Era verano y el sol jugueteaba tras el horizonte antes de asomarse definitivamente abrasador. Con los ojos hinchados por el sueño y el cuerpo bañado en sudor debido a la calurosa noche que estaba a punto de acabar, Moisés se miró en el espejo del cuarto de baño y se lavó la cara para terminar de despabilarse. La verdad es que con el calor no había podido dormir mucho y le esperaba una larga caminata para llegar al lugar donde se había citado con aquél ermitaño al que conoció la tarde anterior.
Mientras se iba vistiendo observó cómo el sol iba inundando de luz el entresijo de tejados que veía por la ventana de su habitación.
Si no me doy prisa me voy a asfixiar de calor pensó ¿Quién me manda a mí citarme con un ermitaño en lo alto de un monte en pleno mes de Agosto?
Salió de su casa y enfiló la segunda calle a mano izquierda que le llevó a la salida del pueblo. Después de seguir la carretera durante unos tres kilómetros, tomó un estrecho camino que salía a su derecha y comenzó a ascender por la ladera de un monte.
Al principio la pendiente no era demasiado pronunciada y caminó a buen paso pero poco a poco la senda se fue estrechando hasta convertirse en una angosta vereda y el terreno se empinaba más y más hasta que tuvo que pararse a descansar porque le faltaba la respiración (problemas del individuo típicamente urbano y del tabaco que no conseguía abandonar, se dijo). Precisamente su conversación con el viejo eremita giró en torno a su imposibilidad de abandonar la costumbre de fumar y el anciano le sugirió que le visitase para mostrarle un remedio totalmente eficaz.
El ermitaño le dijo dónde vivía y, aunque era un lugar bastante alejado e inhóspito, la curiosidad fue más fuerte que la lógica y por eso se había citado para la mañana siguiente y se encontraba a medio camino ya del lugar de la cita.
Una vez recuperadas las fuerzas prosiguió su ascensión e incluso tuvo que ir a cuatro manos en más de un tramo del camino hasta que al fin coronó el monte e inspeccionó el lugar tratando de ubicar la morada del ermitaño. Por más que miró y remiró, allí no había nada que pudiese ser la vivienda del anciano y, después de permanecer un buen rato esperando acontecimientos decidió volver sobre sus pasos pensando que tal vez había equivocado el camino.
Cuando llegó a su casa, completamente extenuado y al borde de la deshidratación, vio un sobre que estaba pillado por la aldaba de la puerta. Penetró en el relativo frescor de la vivienda y observó que su contenido era una cuartilla doblada por la mitad en la que pudo leer: “Perdóneme que le haya hecho sudar de lo lindo para no encontrarse con nadie. Eso es lo que debe hacer cada vez que le apetezca fumarse un cigarrillo”.

viernes, 8 de noviembre de 2013

No me lo puedo creer



Cada vez que escucho los rumores que corren por Palma mi comentario es el mismo: “No me lo puedo creer”.
         Parece ser que una empresa que acaba de montar un parque infantil en una popular barriada de nuestra ciudad ahora va a instalar unas carpas en el jardín Reina Victoria para que los asistentes a “la Botellona” estén protegidos de las inclemencias del tiempo cuando se dedican a beber sin control acompañados de todos los y las menores que quieren puesto que nadie vigila para que los menores no consuman alcohol (y los padres y madres tan tranquilos en sus casas).
¿Qué puede pasar si las ambulancias en una de sus cada vez más frecuentes intervenciones en la zona se encuentran que tienen que trasladar a un menor con un coma etílico? ¿Quién o quiénes serán los responsables de tamaña barbaridad? ¿Los padres que están tranquilos en sus casas? ¿Se comerá el marrón la Guardia Municipal? ¿Será culpa de los bares que cobran muy caros los cubatas? ¿Serán acaso nuestros Rectores Municipales los responsables subsidiarios?
Elijan Vds. la respuesta que el asunto tiene más miga que un pan de boba.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Nada



Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor, sin hacer el menor ruido, la mirada de Miguelito se iba volviendo cada vez más triste y su cuerpo pareció empequeñecerse. Sus azules ojos se encontraron con los de su progenitor interrogándole sin mediar palabra y éste asintió con un movimiento de cabeza y con la misma mudez de su hijo. Cabizbajos y cogidos de la mano emprendieron el regreso a casa. Llevaban ya cerca de dos horas y habían mirado en todos los contenedores del barrio con el mismo resultado: Nada, se pasarían otra noche sin cenar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Noche de Difuntos



Parecía imposible pero le había sucedido a él que tanto dudaba de algunas situaciones descritas por sus amigos y amigas tildándoles de exagerados o de poseer una imaginación calenturienta.
Se había quedado dormido detrás del último conjunto de nichos del cementerio y habían cerrado las puertas cuando se  acabó el horario de visitas.
Al despertar comprendió que todo era una broma pesada de su pandilla de amigos con los que había ido al camposanto para colocar una grabadora junto a los últimos enterramientos para tratar de captar psicofonías que luego pensaban colgar en Internet.
Se acercó a la reja de la puerta principal y comprobó que era imposible saltarla puesto que la cancela cubría totalmente el arco de entrada. Fue inspeccionando una a una las puertas laterales pero todas eran metálicas y estaban perfectamente cerradas con llave. Desde luego es imposible escapar de aquí, pensó, pero ¿quién se va a escapar de un cementerio si todos los inquilinos están muertos?
Volvió a la entrada principal y pensó en gritar para pedir ayuda pero las últimas casas del pueblo estaban demasiado lejos para que nadie pudiera escuchar sus gritos. Su preocupación iba en aumento a medida que pasaba el tiempo. Zamarreó la cancela para ver si cedía e intentar abrir una rendija suficiente para escurrirse por ella, al fin y al cabo estaba bastante delgado, pero la cadena que rodeaba los marcos de la reja estaba colocada de tal manera que no era posible abrirse paso.
Escuchó un siseo a su espalda que le heló la sangre en las venas y le dejó como petrificado sin poderse dar la vuelta y un grito terrorífico se escapó de su garganta cuando sintió que le tocaban en el hombro.
Tranquilo, muchacho, que soy el guarda, déjame que te abra la puerta… Siempre hay algún idiota que se queda encerrado en el cementerio la víspera de los Difuntos.